Cada Domingo
A primera vista la vida de Martha es inusual, con una infancia tejida entre juegos, primos, y costumbres familiares. Una de estos destaca en su mente, todos los domingos después de la misa su padre la llevaba junto a sus hermanos a una tienda de barrio. Pero el recuerdo no es dulce. Debajo de alguna mesa o detrás de alguna puerta, debían guardar silencio y quietud, pues a medida que avanzaba la tarde su padre estaría más y más alcoholizado y susceptible a atacarlos en cualquier momento. La compañía de sus hermanos y el ocasional paquete de papas era el único consuelo de cada domingo, contando cada minuto para poder salir de ahí y a la vez temiendo la hora en la que regresarían a casa. Su padre probablemente estaría muy borracho y probablemente llegaría a agredir a su madre, probablemente se pelearía con algún familiar que se le atravesara, y probablemente terminaría encerrado en la cárcel por esa noche. Y así, probablemente, sucedería cada domingo, cada reunión familiar, cada primera comunión, cada celebración.